martes, 27 de marzo de 2012

Atenea

[...] Y en lo más profundo de las almas de los humanos habitaban los pequeños genios que movían sus corazones; unos corazones llenos de nostalgia, dolor y sabiduría.

Quisiendo dominar sus hados y su vida cometieron el gran error de sentir. Todos ellos, pequeños incrédulos e ingenuos... creían que todo se podía someter a su poder, pero no era así.

Pero uno de ellos al que la Sabiduría le había sido otorgada, una mujer, intentó que los demás hombres no pecaran de insolentes. Esta mujer, de nombre Atenea, libró el peor de los males sobre aquellos hombres, que indiferentes, trataban de hallar la respuesta al control del alma. Estos hombres fueron enamorados por la belleza de la mujer, que hechizando a todo hombre que quisiera racinalizar los sentimientos, se proclamó casi una diosa.
Atenea era joven y atractiva, pues su escasa edad la permitía ser bella y jovial. Mas no fue verdad el momento en el que Atenea, desbordada de poder sobre los hombres calló. Los hombres inconscientes de lo sucedido recrearon su dolor en el alcohol.

Mal fue el que aquel día ocurrió. Poco después, Atenea comenzó a hablar, pues veía que sus gozos y su poder disminuía y que los hombres volvían a querer controlar todo aquello que es incontrolable. Pero una desgracia asoló la humanidad; El AMOR. Todos los hombres cayeron enamorados de una creación de la Diosa; la mujer. Todos los hombres sedientos de sentimientos, y ebrios de placeres comenzaron a sentir lo que siempre quisieron controlar.

Sin embargo, el tiempo pasó muy rápidamente, y las mujeres comenzaron a desaparecer, pues los hombres únicamente buscaban en ellas placer y recreo. Las mujeres, todas juntas acudieron a la ya anciana Atenea para demandarla ciertos hechos. Esta única Diosa, inteligente y hermosa, creó con sus manos el arma más potente para las mujeres: la IRA. Las mujeres, entonces, coléricas destruyeron todo rastro de hombre, Atenea, la anciana Diosa, vió cómo las mujeres eran destrozadas por los hombres sin sentido, así que creó éste arama para defender aquello en lo que ella creía:

"La pureza de los sentimientos y de todo aquello que jamás vio reflejado en los hombres de su población."

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